«No son las cosas que nos pasan las que nos dañan, sino nuestra opinión sobre ellas»
Antes de la tormenta
Cuenta la leyenda que, en una pequeña aldea, vivían dos hermanos llamados Marco y Félix. Aunque compartían el mismo techo, sus perspectivas sobre la vida eran muy distintas.
Marco, el mayor, era conocido por su serenidad y positivismo, mientras que Félix a menudo se dejaba llevar por la negatividad y el pesimismo.
Un día, una gran tormenta azotó la aldea, dañando severamente sus campos y casas. Félix se desesperó, lamentándose por la desgracia y convencido de que todo estaba perdido. Veía la tormenta como un evento catastrófico que arruinaría sus vidas.
Por otro lado, Marco se mantuvo tranquilo y reflexivo. Aceptó la tormenta como un suceso natural que estaba fuera de su control y se centró en encontrar soluciones. Motivó a Félix y a los demás aldeanos a trabajar juntos para reparar los daños.
Todos los miembros de aquella comunidad se vieron obligados a trabajar duro, codo con codo con sus vecinos. Incluso aquellos que habían tenido diferencias en el pasado unieron sus fuerzas y olvidaron sus enfrentamientos por un objetivo común.
Con el tiempo, la aldea no solo se recuperó, sino que se volvió más fuerte y unida que nunca. Todos se dieron cuenta de que trabajando de aquella manera, los resultados eran muy superiores a lo que hubieran imaginado antes de la tormenta.
El año siguiente, las cosechas fueron muy abundantes. Pero no solo eso; con la ayuda de todos, se construyeron puentes, acequias, embalses… Todo tipo de mejoras que necesitaban desde hacía mucho tiempo pero que nadie acometía.
Félix, impresionado al comprender que la actitud de su hermano había sido mucho más beneficiosa que la suya, comenzó a darse cuenta de que no era la tormenta lo que había causado su sufrimiento, sino su propia percepción negativa de ella.
Comprendió que la actitud es mucho más importante que el evento en sí.
«No son las cosas que nos pasan las que nos dañan, sino nuestra opinión sobre ellas»
Así interpretamos esta cita
Con esta frase, el filósofo expresó una sabia enseñanza que perdura a lo largo del tiempo. Esta cita encapsula la esencia del pensamiento estoico, una escuela filosófica que busca la serenidad y la tranquilidad interior a través del dominio de nuestras percepciones y juicios.
Epicteto nos invita a reflexionar sobre cómo nuestras propias interpretaciones y respuestas emocionales influyen en nuestra percepción de los eventos externos. Muchas veces, somos víctimas de nuestras propias reacciones impulsivas ante las circunstancias, sin detenernos a considerar que la perturbación no proviene directamente de los eventos en sí, sino de nuestra interpretación subjetiva de ellos.
Este mensaje estoico sugiere que tenemos el poder de cambiar nuestra perspectiva y, por ende, nuestra experiencia de la realidad. Si podemos entrenarnos para ver los desafíos como oportunidades de crecimiento, las pérdidas como lecciones valiosas, y las dificultades como parte inevitable de la vida, estaremos más equipados para afrontar cualquier situación con calma y sabiduría.