«El que se ríe de uno mismo nunca se queda sin cosas de las que reírse»
Epicteto sugiere con esta frase que la autoaceptación y el sentido del humor sobre nuestros propios fallos son aspectos clave para una vida satisfactoria y virtuosa. Aprender a reírse de uno mismo es un buen antídoto contra la autoexigencia excesiva.
Refleja, por tanto, una enseñanza fundamental del estoicismo sobre la autoconciencia y la humildad. Epicteto, como estoico, promovía la virtud de entender y aceptar nuestras propias limitaciones y errores.
Reírse de sí mismo puede interpretarse como una forma de reconocer y aceptar nuestras propias imperfecciones y la naturaleza a menudo irracional de las preocupaciones humanas.
Esta actitud es liberadora y proporcionar una fuente inagotable de alegría personal. Al no tomarnos demasiado en serio a nosotros mismos, uno puede mantener cierta ligereza de espíritu incluso en situaciones difíciles.
Además, esta frase también puede implicar que la vida siempre presentará situaciones difíciles o ridículas, y ser capaz de reírse de estas situaciones —y de uno mismo en ellas— es una manera de mantener la resiliencia y una perspectiva positiva.
La autocrítica saludable y el humor pueden ser herramientas poderosas para navegar por la existencia, manteniendo el equilibrio emocional y la fortaleza mental frente a los desafíos.
Es, por todo lo anterior, por lo que Epicteto nos recuerda que reírse de uno mismo puede ser una práctica terapéutica que resta gravedad a los obstáculos que nos va poniendo la vida.