Javier Altozano

Javier Altozano, autor de El secreto de los muertos.

Me llamo Javier Altozano. Nací en Cáceres, allá por el año 1981, pero he vivido en Madrid más tiempo que en ningún otro sitio… aunque esto no viene al caso.

Aunque mi nacimiento se produjo mucho antes, esta historia comenzó el día que me di cuenta de que, a pesar de tener todo lo que siempre me habían dicho que se necesitaba para ser feliz, me faltaba algo que, sin duda, quienes me habían indicado el camino, habían pasado por alto: entusiasmo por la vida. Ahí empezaron las preguntas.

Parecía bastante evidente que algo bullía en mi interior desde bien pequeño, pero ni yo mismo supe interpretarlo. Hace algunos años encontré mis notas del colegio de primaria en las que podían verse un montón de suficientes e insuficientes y un solitario notable. Cuando vi aquello lo primero que me vino a la cabeza fue: ¿nadie se dio cuenta de esto?

La única «buena nota» de aquellas lamentables calificaciones era también la única asignatura relacionada con la creatividad y las artes plásticas.

Siempre me ha gustado escribir, aporrear algún instrumento, leer, dibujar… o cualquier otra cosa —con desigual acierto— que aplaque el ansia de una mente que no me deja en paz. Gustavo Adolfo Bécquer lo explica mucho mejor que yo:

Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca, y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato, me decidí a escribirla, como, en efecto, lo hice.

G. A. Bécquer. El monte de las ánimas.

Unas veces por pasar el rato, otras por necesidad terapéutica, el caso es que siempre tengo alguna idea que me ronda la cabeza y que se las ingenia para encontrar un canal de salida.

Se podría decir que soy un eterno aprendiz que no tiene más objetivo que el de expresarse o, en todo caso, compartir lo aprendido.

A mis treinta y diez

«Treinta y nueve, dicen que aparento», que diría Sabina.

No sé si es un poco tarde para empezar a publicar mis textos, sobre todo, porque una de esas malas notas se mantuvo hasta lo que después fue Lengua y Literatura. Pero lo que tengo muy claro es que no quiero lamentarme de no haberme tirado a la piscina cuando tuve ocasión. Y, casualidades de la vida, ahora tengo ocasión.

«El mejor momento para plantar un árbol fue hace veinte años, el segundo mejor momento es ahora».

Proverbio chino

De los proyectos que tengo en marcha el que más me ilusiona es la publicación de mi primera novela, El secreto de los muertos. Una inquietante aventura en la que el protagonista vivirá una transformación interior que le cambiará la vida. Todo comienza con una llamada telefónica:

Aprovecho para agradecer a todos los que la han leído ya, que son muchos más de los que me esperaba cuando tomé la decisión de autopublicar. Especial mención merece la gente de Logrosán, mi pueblo, en el que ha tenido una acogida que ha reventado mis mejores expectativas, por febriles que fuesen.

Este reconocimiento llegó justo después de que me diagnosticasen una terrible enfermedad, por lo que se presentó como el ojo del huracán, luz y calma antes y después del vendaval que nos tocó vivir. Y digo «nos tocó» porque la mejor de las suertes es poder contar con quien no duda en dejarlo todo para subirse a la barca y remar contigo. Gracias.

Supongo que a más de uno le entraron ganas de tirarme un zapato cuando les decía: «a lo mejor me muero, pero mira, he ganado un premio literario».

Por cierto, me curé. Bueno…, me curaron. Al menos por el momento.

A pesar de todo lo anterior, no tengo ni la menor idea de por qué escribo.

La curiosidad que me despierta casi todo es, al mismo tiempo, bendición y penitencia… como te dije antes, nunca fui un buen estudiante.

La lectura, sobre todo de ensayo, es mi principal fuente de aprendizaje, pero he descubierto que escribir es una cura de humildad que me recuerda en cada frase lo poco que sé de casi todo, un estímulo constante que me obliga a seguir aprendiendo cada día.

Gracias a —o por culpa de— esa curiosidad, me he pasado casi toda la vida haciéndome preguntas, especialmente los últimos años. Sé que para muchas de ellas nunca encontraré respuesta, pero mis lecturas me han enseñado que esas mismas preguntas se las ha hecho el ser humano durante milenios.

No me refiero a grandes preguntas transcendentales como si hay vida después de la vida o el porqué de nuestra existencia. Me refiero a preguntas mucho más mundanas, pero de una importancia capital, puesto que estoy seguro de que profundizar en ellas nos hace más fuertes y libres.

Siempre pensé que en el camino de la vida los baches iban apareciendo a medida que avanzábamos, ahora sé que los baches son el camino.

Uno de esos baches me ayudó a entender que algo no encajaba. Desde entonces no he hecho otra cosa que investigar, leer, escribir, observar y, sobre todo, poner en práctica lo aprendido.

Investigando por mi cuenta o de la mano de personas increíbles que se fueron cruzando en mi camino, aprendí que «el secreto» de la estabilidad emocional, de la felicidad ―o como quieras llamarlo―, no es ningún secreto. Las mentes más brillantes de la humanidad llevan siglos regalándonos sus enseñanzas.

Están ahí, pero vivimos en un mundo tan «ruidoso», con tantas distracciones que no resulta fácil mantener la atención. Puede que leamos una frase motivadora en alguna red social, pero la olvidaremos poco tiempo después. ¡Esa es la clave! Mantener el foco mientras seguimos con nuestra vida.

No importa si vives en un pueblo o en una ciudad. Si tienes televisión, radio y un teléfono inteligente en el bolsillo, vives en el mismo mundo que yo.

En estos años he aprendido que el conocimiento no es más que una brújula; si no lo aplicas, si no te pones en marcha, no sirve de nada.

No aprendemos para parecer más listos, aprendemos para vivir mejor.

Acompáñame en este viaje de conocimiento que no tiene otro objetivo que el de vivir con sentido. Te sorprenderá la cantidad de tiempo y energía que malgastamos ―por supuesto que me incluyo― en cosas que no tienen ningún valor y desperdiciamos una y otra vez la oportunidad de emplearlos en lo que de verdad importa ―remar, por ejemplo―.

Hasta que se demuestre lo contrario, solo tenemos una vida. ¿Y qué es la vida sino tiempo? Es nuestro bien más preciado. ¿Lo estamos empleando sabiamente?

Mi intención con este proyecto —La escalera infinita— es compartir algunas claves que a mí me están cambiando la vida. Tu camino solo puedes recorrerlo tú, pero nunca dejes de cuestionar, no aceptes las cosas solo porque están socialmente extendidas, revisa tus certezas, lee, escucha, aprende, pon a prueba… Solo así se pueden tomar decisiones con sentido.

Javier Altozano

Portada de la novela El secreto de los muertos escrita por Javier Altozano
El secreto de los muertos

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